Jorge Pérez Vega: Jesús Martínez: Breve recuerdo de una trayectoria

Jesús Martínez: Breve recuerdo de una trayectoria
Jorge Pérez Vega
▲ Grabado en aguafuerte que forma parte de la serie Tiempo de sacrificios (1997).Foto tomada del libro Jesús Martínez: Pasión por el grabado
En memoria del gran amigo, grabador, pintor y fotógrafo, maestro nacido en 1942 en Los Sauces, municipio de León de los Aldama, del estado de Guanajuato, he relaborado un anterior texto.
M
irar una exposición retrospectiva motiva a la reflexión de una travesía, también el recuerdo en el tiempo convivido. Conocí a Jesús Martínez en el taller de grabado en hueco a cargo del maestro Francisco Moreno Capdevila, en 1966, año en el cual la ex Academia de San Carlos pasaba por una actividad intensa debido al clima generado por un movimiento estudiantil universitario de reforma en la enseñanza, mediante un consejo estudiantil en Ciudad Universitaria; al margen del trasfondo político de esa acción que produjo la caída del rector Ignacio Chávez, entonces la comunidad de alumnos y profesores de la Escuela Nacional de Artes Plásticas tenía demandas académicas y administrativas peculiares, las cuales nos orillaron a continuar el paro: consultar a artistas profesionales, elaborar propuestas y negociar soluciones.
Los jóvenes de grupos político-culturales se expresaban sobre los acontecimientos nacionales e internacionales, por ello nos enterábamos de los presos políticos, como Demetrio Vallejo, el excarcelamiento de David Alfaro Siqueiros, de la revolución cubana o la guerra de Vietnam, pero también de las publicaciones del grupo Nueva Presencia, conocidos como los neohumanistas o interioristas (Arnold Belkin y Francisco Icaza, etcétera). Se daba una nutrida discusión entre la figuración tradicional y las nuevas tendencias, el Taller de Gráfica Popular se dividió y no aportaba nada. Empezó a aparecer lo que mucho después se denominó generación de la Ruptura, mediante exposiciones y provocativas declaraciones con el patrocinio de instancias culturales estadunidenses y locales; al mismo tiempo seguían trabajando artistas solitarios, alejados del antagonismo de nacionalistas y cosmopolitas
; en diferente sentido, en esa época la creación gráfica contemporánea de Polonia, Yugoslavia o Chile llamaban nuestra atención.
A mediados de 1967 se presentó en las galerías de la Casa del Lago de la Universidad Nacional Autónoma de México el grupo Nuevos Grabadores, impulsado por Capdevila, junto con Federico Ávila, Susana Campos, Carlos García, Ignacio Manrique, Jesús Martínez y Carlos Olachea. Al año siguiente, el grupo se incrementó con Valdemar Luna, Leo Acosta, Benjamín Domínguez (casi todos ellos fallecidos) y JA Pérez Vega. Ya participando en las exposiciones del Instituto Politécnico Nacional Zacatenco y otras galerías del entonces Distrito Federal y San Miguel Allende, Guanajuato, el maestro nos dejó a los jóvenes y ya no expuso; sin embargo, la mayor parte de los integrantes se fueron a Francia y prácticamente el grupo se desintegró.
Simultáneamente nos reunió a alumnos y pocos profesores el movimiento estudiantil de 1968; el 26 de julio, Jesús Martínez y el que escribe suspendimos nuestra actividad en el taller de pintura del maestro español republicano Antonio Rodríguez Luna, y al salir nos enteraríamos de los enfrentamientos en las calles entre los estudiantes y las fuerzas policiacas; la Escuela Nacional de Artes Plásticas (ENAP) se sumó a la huelga; como es sabido, en los planteles de San Carlos/UNAM y La Esmeralda /Instituto Nacional de Bellas Artes se produjo la mayor y mejor cantidad de imágenes de propaganda para el Consejo Nacional de Huelga, valga de ejemplo la pancarta con la imagen de una paloma atravesada por una bayoneta, hecha con plantilla y rodillo entintado, más una mancha roja sobre cartoncillo gris, por el joven grabador guanajuatense.
Posteriormente al desenlace trágico de esa jornada de lucha social en 1969, nuestro amigo imprimiría la carpeta de 10 grabados No consta en actas, complementada con 10 poemas de Juan Bañuelos. Con esa obra gráfica materializaría su testimonio plástico de 1968, integrando la técnica tradicional del hueco grabado con el fotograbado utilizado por él durante su labor en el periódico El Sol de Celaya (procedimiento que nos compartió a Mario Olmos, Aarón Cruz y a mí). También ese año se vio su primera muestra individual de obra gráfica en el Instituto Francés de América Latina, IFAL, incorporando a su catálogo la siguiente cita: “… la pintura actual ha llegado a la extrema barrera en que la disolución de las formas tradicionales nos permite entrever el relampagueo de una nueva figuratividad no basada ya en la antigua imitación del mundo exterior, sino derivada de la proyección propioceptiva, de la íntima voluntad de formatividad del hombre” (Gillo Dorfles en su libro El devenir de las artes.)
En 1972 fue maestro de grabado designado por Óscar Oliva en el naciente Departamento de Difusión Cultural de la Universidad Autónoma de Puebla. En esa ocasión me invitó a participar en la enseñanza de pintura y serigrafía, en el taller de artes plásticas, lográndose una muestra colectiva de los alumnos.
Desde el principio de su proceso creativo, por su relación de amistad y camaradería con poetas y el interés por la cultura popular, siempre estuvo presente la poesía como elemento enriquecedor de sus temáticas. En otro aspecto, él fue un observador y estudioso de las ideas y las artes de nuestras civilizaciones ancestrales, por ello puede decirse que ya desde 1976 fue patente su intención de recrear el imaginario prehispánico en diversas obras, incluso en sus pinturas, sin caer en soluciones obvias o simplistas, llegando a 1982, cuando presentó en el Museo de Arte Moderno de México la exposición de aguafuertes Región del humo, en la cual consolidaría su visión estética. Cabe pensar sobre el hecho, entre otros factores, de que, a raíz de los recientes hallazgos arqueológicos y sus respectivos análisis, se está revalorando mejor nuestro pasado; tal vez por eso, cuando la celebración del quinto centenario del encontronazo entre Europa y América, en 1992, los temas sobre lo prehispánico fueron más recurrentes en las búsquedas artísticas contemporáneas; sin embargo, Martínez había transitado muchos años antes por ese sendero con resultados muy valiosos y renovadores en su expresión.
Logrando a través de la experiencia la maestría de su oficio y una concepción clara de su quehacer, diversas series de obra gráfica en ediciones especiales o en muestras como Estampas de relación, Agua grabada, Tema de tonos y Cal y canto, tomando en cuenta en cierto modo como premisa sus propias palabras dichas durante una entrevista a Angelina Camargo en 1982: Intento que el público encuentre una identificación con nuestra cultura, como forma de defendernos de la agresión ideológica que sufrimos y de mantenernos integrados como pueblo que sabe de dónde viene y hacia adónde se dirige
.
En el campo de la investigación de su materia de trabajo, resulta importante destacar su preocupación en recuperar y consignar el acontecer de su disciplina visual, ante la carencia de publicaciones al respecto y celebrar su escrito-biografía José Julio Rodríguez grabador y los dos tomos de La historia del grabado, editados por el Instituto Estatal de la Cultura de Guanajuato; también en 1996 se dio a conocer Jesús Martínez, de la autoría de Gutierre Aceves.
En septiembre de 1994, en el Museo de San Carlos, fue designado académico de número de la Academia de Artes, dándole la bienvenida el artista gráfico Alberto Beltrán.
Contemplar sus grandes paisajes grabados con ácido muy libremente en esta retrospectiva, nos remite al punto de partida de Chucho, como cariñosamente le decíamos, asimilando las enseñanzas del maestro Francisco Moreno Capdevila en el ejercicio constante de grabador e impresor durante más de 40 años, y también como maestro adjunto y posteriormente, heredero titular responsable de ese taller en San Carlos y después en la ENAP-Xochimilco y la posterior Facultad de Arte y Diseño, contribuyendo así a la formación de nuevos talentos a fin de continuar la tradición gráfica de nuestro país.
jornada