Javier Aranda Luna: Pardavé entre nostalgias porfirianas y migraciones

Pardavé entre nostalgias porfirianas y migraciones
Javier Aranda Luna
E
l mundo de la fantasiosa, decidida, intensa, envidiable, enternecidamente reaccionaria, lánguida y porfiriana añoranza, para usar los términos de Jorge Ayala Blanco, se encuentra condensada en el filme En tiempos de don Porfirio, de Juan Bustillo Oro.
Es la cinta que inaugura lo que se llamó la añoranza porfiriana
, cuyos ecos por momentos aún vibran en estos tiempos de transformaciones, que no han dejado de soñar en los vestidos largos y las coronas, los espadines y los kepis de antaño. Tiempos en que era Dios / omnipotente / y el señor don Porfirio Presidente / Tiempos ¡ay..! tan iguales al presente
, como cantara en su célebre corrido el poeta Renato Leduc.
Ayala Blanco nos recuerda en La aventura del cine mexicano que cuando Estados Unidos necesitó de un pasado legendario inventó al western, y cuando el avilacamachismo requirió la exaltación de un pasado legendario hizo recircular por la sangre hemofílica de la dictadura, la efigie idealizada del general Díaz, revivió los ejemplares polvosos de la época
.
Y el actor que sintetizó esa añoranza porfiriana como ninguno fue un cómico de genio: Joaquín Pardavé.
Si En tiempos de don Porfirio fue la cinta de mayor duración de su época con 160 minutos, ¡Ay, qué tiempos, señor don Simón!, protagonizada por Pardavé, fue un éxito de taquilla: se recaudaron en su estreno 17 mil pesos, superando así cualquier otra cinta estrenada hasta entonces. Quien colaboró en los diálogos fue un poeta: Neftalí Beltrán.
El pasado 20 de julio se cumplieron 70 años de la muerte de Joaquín Pardavé. Si nos atenemos sólo a los registros en YouTube de ¡Ay, qué tiempos, señor don Simón!; En tiempos de don Porfirio; México de mis recuerdos, El baisano Jalil, y El gran Makakikus, Pardavé está más vivo que nunca: es un actor millonario en espectadores.
Hijo de actores de zarzuela, conoció desde niño el oficio de las tablas. Y tal vez por esa combinación donde el ejercicio histriónico y la música confluyen no sólo fue actor, sino también un compositor reconocido. Una de sus canciones aún suele escucharse en varias regiones del país: Negra consentida ha sobrevivido al alud de los corridos tumbados, el reguetón y otros ritmos.
Telegrafista de ferrocarril en la estación Paredón, se incorporó al grupo de zarzuela de su tío Carlos, y después al de Josué Campillo. Debutó en La banda de las trompetas y tuvo una participación en la cinta Jalisco nunca pierde. Pero fue en México de mis recuerdos donde ganó un lugar entre el público con su personaje de Susanito Peñafiel y Somellera.
En un país donde históricamente la comedia tiene preponderancia, mantenerse en el ánimo del público entre tantos comediantes es todo un reto. ¿Por qué ha permanecido Pardavé?
Para el crítico de cine Antonio Valdés tres fueron sus líneas de acción actoral: la nostalgia porfiriana, la comedia familiar y la de los migrantes. Tres pistas que no han perdido actualidad. También es importante para su permanencia, me parece, su capacidad de adaptación. Hizo teatro de revista, cine, radio, televisión y le entró a la composición musical. Un actor muy completo que, aunque no se centró en un personaje como Cantinflas, con distintos rostros tocó la actualidad a partir del humor.
Lo dice bien Jorge Ayala Blanco: el cine, fanático de la vivencia, artificio punzante, postula su propia responsabilidad de la forma: asiste con mirada de fascinación a la decadencia de una civilización prehistórica que nunca fue completamente nuestra, y asiste al surgimiento de un hombre nuevo, lúcido y disponible, que jamás seremos. El cine es el lugar en que se inmola la disidencia
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jornada