Javier Aranda Luna: Antonio Machado, el poeta de claridad vertiginosa

Antonio Machado, el poeta de claridad vertiginosa
Javier Aranda Luna
C
ada año llegan al pequeño pueblo de Colliure, que se encuentra empotrado en los Pririneos Orientales, un promedio de 500 cartas. Cada una está debidamente timbrada y tiene la dirección exacta. El destinatario es el mismo y sus remitentes saben que nunca las leerá, y ni siquiera abrirá los sobres, porque está muerto. Eso no parece importarles, porque cada año ellos, sus hijos o sus nietos, continúan con ese ritual epistolar.
Colliure no tiene más de 2 mil 700 habitantes, y casi ninguno de ellos escribe o recibe cartas en papel. El email ha resuelto sus necesidades de mensajería, pero saben que el servicio postal a la antigua les seguirá llevando sus pagos, estados de cuenta y requerimientos oficiales en esos sobres timbrados que para los jóvenes son una especie de ecos del pasado.
Antonio Machado murió en ese pueblito francés de azules intensos sembrado a la orilla del Mediterráneo el 22 de febrero de 1939. De los 25 días que permaneció en el hotel Quintana sólo uno salió para visitar la playa. Él es el destinatario de las cartas que siguen llegando desde entonces.
El día de su muerte su hermano José encontró en las bolsas de su abrigo un papel arrugado con este verso: Estos días azules y este sol de la infancia
. Su madre falleció tres días después.
Llegar a Colliure fue toda un hazaña en los días de la guerra civil española. Por los fascistas… y por el propio Machado. El poeta Rafael Alberti intentó convencerlo de abandonar Madrid, pues su vida corría peligro. Pero el autor de Cantares
, militante activo de la República, se negaba. Sólo lo convenció cuando, acompañado por León Felipe, le reiteraron sobre la necesidad de su partida. De Madrid se trasladó a Valencia, de allí a Barcelona y poco después al exilio.
El cruce a Francia, al pueblo costero de Colliure fue, sin hipérbole, epopéyico. Los españoles que huían del fascismo, mientras hacían turno para pasar la frontera, cavaban hoyos en la arena y se cubrían con mantas para dormir.
El escritor Corpus Barga acompañó a la familia Machado en el último tramo de la huida. Fue él quien intercedió para que dejaran pasar al poeta en el cruce de la frontera. No sólo eso: tuvo que cargar a la madre de Machado hasta el hotel porque la jornada los había dejado exhaustos.
La muerte del poeta se propagó velozmente. Los exiliados en París acudieron a Colliere a despedirlo. Milicianos de la segunda Brigada de Caballería cargaron el féretro, que fue cubierto con una bandera republicana. Lo enterraron en la tumba de una amiga encargada del hotel Quintana, y cuando la familia necesitó el nicho, varios exiliados, entre ellos el chelista Pablo Casals, adquirieron otra tumba para el poeta y su madre.
Desde su muerte, en 1939, Antonio Machado se convirtió en un símbolo del exilio. La Fundación Antonio Machado de Colliure es la encargada de clasificar, archivar y custodiar las 500 cartas que en promedio reciben anualmente de todo el mundo. La correspondencia llega en sobres cerrados o en postales. Y tan fuerte es la figura del poeta, que en algunas de ellas, depositadas en el buzón situado a un lado de su tumba, le piden deseos como a un santo laico.
Ahora que el 26 de julio se cumplieron 150 años del nacimiento de Antonio Machado no deja de sorprender que haya sido, y siga siendo, el poeta de las dos Españas: la que ora y bosteza, vieja y tahúr, zaragatera y triste
, y la implacable y redentora que alborea con un hacha en la mano vengadora, España de la rabia y de la idea
. Los antípodas se apropiaron del poeta: el Partido Comunista lo hizo suyo, aunque nunca fue comunista, y los cínicos franquistas publicaron sus poemas, salvo los que dedicó a la guerra y a la ejecución de García Lorca.
Prosa y poesía, vida y obra, se funden con naturalidad en la figura de Antonio Machado, apunta Octavio Paz. Leerlo es ahondar en la transparencia sin fin: en una conciencia que se refleja a sí misma
. En él predominó la estética de la pequeñez inmensa: los universos caben en una copla
.
Hay quienes afirman que el cantante Joan Manuel Serrat universalizó al poeta sevillano. No creo. Podría afirmarse incluso lo contrario. Como sea, la conjunción de un cantante estupendo y un poeta genial ha coincidido para fortuna de todos.
Machado, el ensimismado, decía Paz, sabe que sólo puede revelarse en otro. En un contrario que es un complemento: el poeta en el filósofo, el enamorado en la ausencia, el solitario en la muchedumbre, el prisionero del yo en el tú de la amada o en el nosotros del pueblo
.
Su claridad, como quería Paz, sigue siendo vertiginosa
. Las cartas que recibe en su tumba de Colliure lo recuerdan, pero también a los cientos que estuvieron en los campos de concentración y cuyos cuerpos no fueron hallados. A los otros que fueron él.
jornada