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El nazi traidor que se salvó del fusilamiento de los suyos y de los aliados gracias al arte

El nazi traidor que se salvó del fusilamiento de los suyos y de los aliados gracias al arte

La historia del nazi Karl Wolff (1900-1984) es una de esas que nos ayudan a entender cómo funcionó aquel régimen y, sobre todo, cómo acabó toda la supuesta grandeza tras pegarse un tiro Adolf Hitler el 29 de abril de 1945. Un tipo que había combatido en la I Guerra Mundial con solo 17 años, que después formó parte de las Freikorps -el grupo paramilitar ultranacionalista y anticomunista al que se vieron abocados muchos tras reducirse personal en el ejército- y que en los años veinte, cuando estos grupos se cerraron, trabajó en un banco y en una agencia de publicidad para sumarse a comienzos de los años treinta al Partido Nazi y a las SS donde haría tal carrera que para el estallido de la II Guerra Mundial ya era la mano derecha de Heinrich Himmler. Y para cuando todo terminó también supo ser astuto: negoció de tal manera la rendición que, pese a haber cometido todo tipo de crímenes (incluida la traición), se salvó de ser aniquilado tanto por los suyos como por los aliados. Wolff, sin ninguna duda, fue un tipo horrendo y muy listo. El nazi que los engañó a todos.

Parte de su historia aparece ahora en el libro Victoria 1945 (Ático de los Libros), de los historiadores James Holland y Al Murray, publicado justo cuando se cumplen 80 años del fin de la gran contienda. Es un libro de Historia, pero también puede ser un análisis psicológico sobre cómo (y por qué) no admitir la derrota. O cómo sí hacerlo en el momento adecuado, que es lo que hizo Wolff y eso, en gran parte, le salvó la vida.

Un nazi de pro

Los años treinta habían significado un ascenso fulgurante para Wolff, que compartía completamente la ideología nazi, también en cuanto al exterminio judío se refiere. En 1934 había tenido una hija -un dato no menor, ya que Helga Wolff sería décadas después conocida como una fundamentalista islámica en Alemania: así son los designios de la historia-, y en 1936 fue elegido diputado para el Reichstag. Para 1939, justo después de la invasión de Polonia, como gran autoridad de las SS escribió a la Gestapo en Fráncfort para que detuvieran a todos los varones judíos de nacionalidad polaca junto a sus familiares y confiscaran sus bienes. Para 1942 se encargó de supervisar los transportes de la deportación de los judíos del gueto de Varsovia a Treblinka. Y para 1943 fue transferido por Himmler al norte de Italia, donde ya dominaban los alemanes, como líder supremo de las SS y de la policía. En Bolzano supervisó el campo de tránsito que llevó a miles de personas a los campos de concentración del este europeo. En definitiva, Wolff era un nazi con todas las letras.

placeholder 'Victoria 1945', de James Holland y Al Murray.
'Victoria 1945', de James Holland y Al Murray.

Pero también fue uno de los primeros en darse cuenta de que aquella guerra no la iban a ganar los alemanes y de que, contrario a lo que creyó Hitler hasta el final de sus días, los aliados EEUU y la URSS no iban a entrar en disputa durante esta contienda. Aquello podría haber ofrecido alguna oportunidad a Alemania, pero esta jerarca observó que aquello no iba a ocurrir. Para 1944 ya comenzó a maquinar la rendición alemana. Había una razón muy poderosa detrás: salvarse a sí mismo. Sabía que si era detenido lo más probable es que acabara en la horca y no estaba dispuesto a inmolarse.

Había una razón muy poderosa detrás: salvarse a sí mismo. Si era detenido acabaría en la horca y no estaba dispuesto a inmolarse

Holland y Murray cuentan de forma novelesca cómo en 1945 comenzó la Operación Sunrise, la rendición de Alemania en Italia a partir de las negociaciones con EEUU. El contacto era el agente de la Oficina de Servicios Estratégicos Alan Dulles. No era algo fácil, ya que Wolff tenía que saltarse varios obstáculos. Por un lado, que no se enterara su jefe Himmler ni, por supuesto, Hitler, ya que lo hubieran fusilado por alta traición. Pero tampoco otros miembros del régimen como Ernst Kaltenbrunner, jefe de la Oficina Central de Seguridad del Reich, que tenía un enorme poder y una gran conexión con Hitler (aunque también intentó negociar por su parte) y que también operaba por el norte de Italia.

El arte salvador

El salvoconducto de Wolff, aparte de la suerte, fue el arte. Durante el conflicto habían sido extraídas de los grandes museos como los Uffizi de Florencia las grandes obras maestras. La idea era protegerlas. Wolff consiguió que, en vez de que fueran protegidas por los italianos, de eso se encargaran los alemanes, concretamente él, así que las guardó en un lugar seguro por si en algún momento tenía que ofrecérselas a Hitler -se sabía que era un entusiasta del arte del Renacimiento- o a los aliados. La gran pregunta es cómo se lo permitieron los italianos…

Las negociaciones no fueron nada fáciles para este responsable nazi, ya que sus reuniones con Dulles, que se fueron celebrando entre Suiza y Bolzano, llegaron a oídos de Hitler -había otros nazis que no estaban nada dispuestos a asumir la derrota- y tuvo que plantarse en Berlín en el que, como señalan los historiadores, podría haber sido su último viaje. Wolff se encontró con un Führer ya bastante desquiciado y, sorprendentemente, le dijo que siguiera negociando con Dulles. Hitler creía firmemente que EEUU y URSS acabarían rompiendo su alianza y eso significaba ganar tiempo para Alemania. La muerte de Roosevelt el 21 de abril, que mantenía un intercambio fluido de cartas con Stalin, podría haberlo posibilitado…

placeholder Karl Wolff, el jerarca nazi que no sería enjuiciado hasta 1964, aunque también se salvó. (Getty)
Karl Wolff, el jerarca nazi que no sería enjuiciado hasta 1964, aunque también se salvó. (Getty)

A partir de ahí Wolff trabajó firmemente por la rendición incondicional, aunque no fuera esto lo que quería el Führer. Era la única salida. Nada de tonterías como quedarse con Tirol del Sur como pretendían algunos nazis. Sin embargo, hubo muchos más obstáculos aquellos días frenéticos. Los estadounidenses no acababan de fiarse, los partisanos ya estaban en el norte de Italia donde llegarían a detener a Wolff… que fue puesto en libertad por orden de Dulles. Y después estaban los alemanes que no querían la rendición. Como el comandante Albert Kesselring que le llegó a espetar cuando todo estaba ya perdido: “¡Estás destrozando todos mis planes de defensa y haciendo tambalear toda la estructura que construí con tanto esfuerzo”.

Holland y Murray cuentan cómo tuvo que fajarse ante Heinrich von Vietinghoff, coronel general del ejército en Italia, para lograr que este también asumiera la rendición que se acabaría firmando el 29 de abril a las dos de la tarde. Horas más tarde se enterarían todos del suicidio de Hitler entrando la rendición en vigor el 2 de mayo de 1945.

La capitulación anticipada con EEUU para impedir el avance comunista y los cuadros sí habían sido un buen salvoconducto

Wolff fue detenido, obviamente, pero colaboró todo el tiempo con los estadounidenses y les ofreció las obras de arte que se había encargado de guardar. La capitulación anticipada con EEUU para impedir el avance comunista y los cuadros sí habían sido un buen salvoconducto. Peor suerte corrió, por ejemplo, Kaltenbrunner, detenido y condenado a muerte. O Himmler que se suicidó a los pocos días de ser apresado.

La integridad de Wolff solo se tambaleó a partir de 1962 cuando en el juicio a Adolf Eichmann salió a la luz que él también había dirigido el campo de tránsito en Bolzano. En 1964 fue condenado a 15 años de cárcel por enviar a 300.000 judíos a Treblinka, pero volvió a salvarse ya que, por motivos de salud, salió en 1971.

Desde entonces vivió impartiendo conferencias sobre el funcionamiento de las SS y su relación con Himmler. Moriría en 1984 a los 84 años en una cama de hospital. Había sido uno de los más listos de todos.

El Confidencial

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