'Mountainhead': El hombre más rico del mundo no puede morir
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Ha sido cruel la crítica con Mountainhead, la nueva película del creador de Succession. Se trata, a todas luces, de un reciclaje formal orientado a satirizar a los hombres más poderosos del mundo, los superricos de las tecnológicas, y parece que Jesse Armstrong tenía tanta prisa en proponer este ácido retrato de Musk o Zuckerberg que completó la película en tiempo récord, pues las escenas de Mountainhead se iban editando en Londres horas después de haberse rodado en Utah. El guion se escribió en 10 días; el rodaje tomó cinco semanas. La película estaba lista en tres meses. Tengo la impresión de que con prisas, intención propagandística y plagiándose a uno mismo sólo le salen bien las cosas a Leni Riefenstahl.
Con todo, Mountainhead es algo mejor que el 5.5 que diez mil usuarios le asestan en IMDB (en Letterboxd luce un 2,7 sobre 5), aunque debemos asumir que su director estará contento simplemente por haber aportado su granito de arena a la demolición social de Elon Musk. Que la motivación de tu película sea joder a alguien me parece muy cutre. Es como quien va a una fiesta sólo por molestar a otro invitado.
Como en un capítulo discreto de Succession, Mountainhead nos muestra el gran despliegue vacacional de gente que tiene muchos más dólares que humanos el planeta Tierra. Acuden con sus coches negros y ruidosos, acompañados por un sirviente para cada acción delegable de la vida, a una mansión inverosímil en medio de la montaña. Son cuatro. Entendemos que el más rico (y malvado) de ellos representa a Elon Musk; y que el más maduro, al que recientemente le han diagnosticado un cáncer incurable, trasmigra la figura de Steve Jobs. Los otros dos pueden ser cualquier chico listo de hoy que se haya hecho millonario con una idea inútil pero molona.
Los cuatro colegas se reúnen para ponerse al día sobre su dominio mundial, gastarse bromas de mal gusto y pensar en el futuro de la civilización más o menos como tú piensas en planes con tus hijos para el domingo por la mañana. Hay chistes potentes: “Esta casa es la mansión definitiva del pederasta”. Pero, en general, la verbosidad cuchufleta de la cinta no supera el nivel cochambroso de una entrega cualquiera de American pie.
En general, la verbosidad cuchufleta de la cinta no supera el nivel cochambroso de una entrega cualquiera de 'American pie'
Steve Carell da vida al millonario maduro, trasunto de Steve Jobs y mentor de los demás emprendedores. En cualquier película o serie, Steve Carell siempre es el mejor. En Mountainhead, asume la paradoja de tener todo el dinero y el poder posibles y, sin embargo, ir a morir de cáncer. Esto debe de dar mucha rabia.
La perspectiva terminal anuda la levísima trama de la cinta: un millonario no quiere morir de cáncer, como un vulgar humano; otro proyecta trasladar a la red la conciencia, de modo que podamos vivir eternamente. Este proyecto podría realizarse en cinco años si los otros dos tecno-bros colaboran. Cinco años de vida es justamente los que le han dado al veterano mentor. Así que, digamos, Elon Musk y Steve Jobs se alían para convencer a los otros dos de la necesidad del proyecto, cueste lo que cueste.
La película quiere hacernos ver que los millonarios alucinados son capaces de cualquier cosa por imponernos su visión del mundo, más allá de detalles sin importancia como que muera gente. El personaje que imita a Elon Musk (que sí es el más rico del mundo) acaba de lanzar una IA tan poderosa que la red se ha llenado de vídeos falsos indistinguibles de la realidad, lo que está provocando disturbios en todo el planeta. Imaginen poder crear un vídeo falso donde cualquier persona o grupo social comete una atrocidad y difundirlo por la red. Sería peligroso.
A los millonarios no les importa demasiado este peligro, pues creen que la gente aprenderá a convivir con imágenes alternativas de sus líderes esnifando cocaína o matando abuelitas con el coche.
La película quiere hacernos ver que los millonarios alucinados son capaces de cualquier cosa por imponernos su visión del mundo
La película derrapa en algunas pinturas, fuera de la evidencia de que no consigue funcionar como filme autónomo. Por ejemplo, da demasiado importancia al dinero. Los ricachones están obsesionados con la cifra patrimonial que se difunde de cada uno, como si tener 34.000 millones de dólares fuera muy distinto de tener 8.000 millones de dólares. Somos los pobres los que nos deslumbramos por esa lotería; a los ricos, a partir de 1000 millones, se les olvida cuánto tienen. Tampoco está muy lograda la propuesta fractal o metonímica según la cual el desastre que vive el mundo sólo lo conocemos por los vistazos al ordenador que dan los cuatro amigos en una mansión. En este sentido, funcionaba mejor Extraterrestre, de Nacho Vigalondo.
Por supuesto, estos genios citan a Marco Aurelio, que, pobre hombre, ha pasado a ser el santón intelectual de los que no se leen los libros enteros, pero quieren hacerse ricos antes de los veintitrés. En general, Mountainhead es un panfleto cinematográfico. Hay que verla enseguida antes de que el paso del tiempo la vuelva algo peor.
Ha sido cruel la crítica con Mountainhead, la nueva película del creador de Succession. Se trata, a todas luces, de un reciclaje formal orientado a satirizar a los hombres más poderosos del mundo, los superricos de las tecnológicas, y parece que Jesse Armstrong tenía tanta prisa en proponer este ácido retrato de Musk o Zuckerberg que completó la película en tiempo récord, pues las escenas de Mountainhead se iban editando en Londres horas después de haberse rodado en Utah. El guion se escribió en 10 días; el rodaje tomó cinco semanas. La película estaba lista en tres meses. Tengo la impresión de que con prisas, intención propagandística y plagiándose a uno mismo sólo le salen bien las cosas a Leni Riefenstahl.
El Confidencial