'Another day. Another night': el manifiesto por el mensaje de Barbara Kruger llega a Bilbao

El Museo Guggenheim de Bilbao acogerá desde mañana, 24 de junio, al 9 de noviembre la exposición Another day. Another night, una retrospectiva de cinco décadas de trabajo de la artista conceptual estadounidense Barbara Kruger. "La primera muestra antológica de la artista en nuestro país", apunta Pablo Sampedro en representación de Occident, patrocinador de la exposición.
Kruger, cuya obra es reconocible a nivel mundial por sus imágenes en blanco y negro sobre las que se leen mensajes en negrita con fondo rojo intenso, ha dirigido el montaje de esta muestra, teniendo en cuenta además el significativo contexto lingüístico del País Vasco e incluyendo palabras en esta lengua en la obra que expone el museo.
Esta compilación "explora cómo Kruger utiliza el poder de las palabras y las imágenes para cuestionar las estructuras que configuran nuestras vidas: la identidad, el deseo, la verdad y el control". Recoge obras que ahondan en una crítica a las estructuras de poder y el abuso del mismo, el consumismo o la desigualdad de género, entre otros muchos temas. Revisita algunas adaptándolas al momento y crea otras específicamente para Bilbao.
Kruger, que por un tiempo fue diseñadora gráfica en la cadena de medios Condé Nast, conoce de primera mano el poder de la publicidad, del discurso, para modelar nuestras vidas. Es precisamente por eso que elige ahora subvertir esa intención para poner de manifiesto los mecanismos de control y persuasión.
En resumen, y en palabras de Miren Arzalluz, directora del Guggenheim de Bilbao, la obra de Kruger pretende hacer a quienes la contemplan "tomar conciencia de las estructuras de poder que llegan incluso a definir nuestra propia identidad y deseos".
La exposición se compone de varias salas donde convergen texto, imagen y sonido, todo ello encajado y fusionado con la arquitectura del museo. Su obra más icónica, Untitled (I shop therefore I am) (1990) abre la exposición a modo de vídeo: un puzle que se forma y, cuando lo hace, emite ese sonido característico de un pago con dinero -el chiclín universal- para después volverse a desarmar.
A esta la rodea otra obra, That's the way we do it, donde recopila a modo de collage todas las imágenes que ha encontrado online imitándola. "Se reapropia de las apropiaciones de su obra", explica su comisaria, Lekha Hileman Waitoller. Sin ir más lejos, aparece en este espacio la marca de ropa Obey, que utilizó para su logo una inspiración quizá demasiado evidente en Kruger.
Por lo demás, el Guggenheim muestra obras con referencias a la identidad, al colonialismo, la verdad o el bombardeo informativo que recibimos y que moldea cómo entendemos el mundo, que ella representa con una proyección en que se suceden rápidamente desde vídeos de gatitos hasta imágenes de Donald Trump.
Las salas están unidas por un pasillo donde se sitúa la obra Untitled (Camino) (2025), donde introduce un color, el verde, que empezó a usar recientemente además del rojo. En esta obra se pueden ver citas de artistas como Kafka o James Baldwin, con mucho significado para la artista.
En esta transición introduce el euskera, al igual que en otra de las salas más impresionantes -no hay otra palabra-, donde todas las paredes y el suelo están cubiertos de citas gigantescas en blanco y negro de La Biblia, Virginia Woolf o George Orwell en 1984 que hacen reflexionar sobre temas como el control por parte de las instituciones.
Este concepto, sin duda, lo culmina en la última sala de la exposición, donde encontramos tres televisores con tres textos reconocibles: el fragmento que recitan los niños estadounidenses en el colegio mirando la bandera como promesa nacionalista, los votos del matrimonio y un testamento de bienes en la última pantalla.
A toda la obra expuesta la acompañan audios que sirven de contrapunto a las críticas duras de las frases de Kruger, puesto que los sonidos son de voces dulces y mensajes amables. Tienen ese factor sorpresa que casi recuerda por momentos a OK Computer (Radiohead, 1997), que ponía los pelos de punta con voces alienadas, deshumanizadas, casi disociadas de la obra pero siempre de la mano. Y siempre poniendo en cuestión el sistema capitalista.
Como parte del entorno de creación artística, Kruger se ve en una disyuntiva como la que a ella misma le gusta mostrar en sus obras (Ríe, por favor. Llora, por favor): critica este intercambio capitalista pero "al mismo tiempo, tiene que pagar su comida", defiende su comisaria. En cualquier caso, no es sencillo comercializar con obras que en muchos casos se componen de vinilos de decenas de metros, puntualiza Hileman.
Kruger muestra una desafección posmoderna en obras cuya virtud principal es la de mantenerse atemporales, alentadas por una sociedad que de forma inevitable sigue potenciando los mensajes que ella lanza. En rojo y en negrita. Obras con 30 o 40 años que mantienen su relevancia por parecer creadas ad hoc para el contexto político y social de 2025.
En palabras de su comisaria: "Los comentarios son suficientemente genéricos para que no importe si se exponen sus obras en Shanghái, Londres o Bilbao. Tienen relevancia y sentido para quien las lea". En este caso, desde mañana, a quien quiera acercarse a Bilbao a leerlas. Como objetivo, una secuencia clara: leer, pensar y reflexionar.
elmundo