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'Agárralo como puedas': nunca pensé que vería al oscarizado Liam Neeson irse por la pata abajo

'Agárralo como puedas': nunca pensé que vería al oscarizado Liam Neeson irse por la pata abajo

Cuesta ver a Oskar Schindler vestido con uniforme de colegiala y calzoncillos de revelador relieve; cuesta ver al Gawain de Excalibur (1981) protagonizando gags sobre efectos ópticos mamones, cuesta ver a un Liam Neeson ganador del Oscar fingiendo estertores intestinales; dicho en román paladino, yéndose por la pata abajo. Neeson, aunque lleva años clamando venganza en thrillers más o menos formulaicos, se ha pasado a la parodia sinvergüenza con el remake de Agárralo como puedas -o el reboot, o la secuela, o qué sabe ya uno-. Neeson agarra el testigo de Leslie Nielsen, icono de la comedia ochentera gamberra, epítome del humor tontuno, que dirían los chanantes, como el agente de la Brigada Policial Frank Debrin Jr., hijo de Frank Debrin (Nielsen), un detective mortadelesco que resuelve los casos más difíciles a pesar -o gracias, quién sabe- a su estulticia y al caos que provoca a su alrededor. Como su padre, también representa un peligro al volante, base de muchos de los gags visuales de la saga Agárralo..., que tuvo hasta tres entregas entre 1988 y 1994.

Una saga que se recrea con el absurdo, el surrealismo, la literalidad y la escatología, que juega en el término medio entre el slapstick bruto de Jackass (2000) y la sofisticación british de los Monty Python. Más cerca de lo primero que de lo segundo, esquivando el anatema. Pero los paralelismos entre los protagonistas no acaban en la ficción. Neeson, como Nielsen, también empezó en el teatro. El segundo protagonizó un clásico de la ciencia ficción como Planeta prohibido (1956) y acabó como uno de los rostros -y el peinado blanco nuclear- más conocidos de la comedia bufa; como anécdota, su último papel en el cine fue el de doctor desmañado en Spanish movie (2009), de Javier Ruiz Caldera. Lo que quedaba por determinar es si la vis cómica también se hereda en la ficción, incluso por parte de uno de los actores con el rictus más shakespeariano de la pantalla.

Y, precisamente, es la seriedad adusta de Liam Neeson lo que amplifica la comedia de Agárralo como puedas, versión 2025. Repleta de bromas metacinematográficas, al poco de empezar la película ya hace palabra de sus intenciones; Frank Debrin Jr. pide consejo a la fotografía de su padre muerto: "Me gustaría ser como tú, pero a la vez totalmente diferente y original". Y lo consigue... a ratos. Son buenas las credenciales del director, Akiva Schaffer, responsable de la no-suficientemente-reivindicada Popstar (2016) y habitual tras las cámaras de Saturday Night Live!. Junto a él, Dan Gregor y Doug Mand -guionistas de Cómo conocí a vuestra madre- referencian constantemente a su antecesora, explícita o implícitamente, pero también añaden un punto de macarreo sórdido y rebajan el humor político, porque podrán hacerse chistes sobre zoofilia, pero no querrán soliviantar a Kim Jong-un.

placeholder Pamela Anderson es Beth Davenport, la femme fatale de la película. (Paramount)
Pamela Anderson es Beth Davenport, la femme fatale de la película. (Paramount)

Porque la película de 1988 comienza con una reunión de todos los enemigos de Amúrrica, entre los que encontramos a Fidel Castro, el ayatolá Jomeini, Yasser Arafat, Gadafi, Amin Dada y Gorbachov, mientras que el remake-reboot-secuela prefiere arrancar con unos simples atracadores de bancos, eso sí, relacionados con un oligarca tecnológico llamado Richard Cane (Danny Huston, sempiterno malvado), un batiburrillo entre Bezos, Musk y Zuckerberg, que han de plantearse por qué Hollywood los ha elegido como los villanos de esta generación, al nivel de los rusos o los islamistas en décadas anteriores. Que se lo hagan mirar. Aquí el tipo maquiavélico quiere -como siempre- destruir la humanidad para luego reconstruirla de cero mientras un puñado de billonarios beben cócteles en un búnker. Quien construye búnkeres será quien bombardee, que dice la famosa frase pintada en el el antiguo refugio antiaéreo de Anhalter Bahnhof en Berlín.

Con todas las reticencias previas de quien esto escribe, Agárralo como puedas es divertida. No hilarante, pero sí divertida. Sobre todo cuando deja la escatología por la literalidad y el gag metacinematográfico. Algunos chistes son baratos, pero muchas veces se elevan con una coda final irreverente, mucho más punky que en las entregas anteriores. La calificación es, recordemos, no apta para menores de 13 años. Es en el juego meta donde la película gana fuerza, como en el uso de las voces en off tan distintiva del cine negro clásico o la insistencia con la que aparecen cafés para llevar en la mano del protagonista. Luego están las referencias extremadamente yanquis, como la mención a O.J. Simpson -uno de los protagonista de la película de 1988, cuatro años antes de que lo acusasen del asesinato de su exmujer, Nicole Brown, y un amigo de ésta, o la aparición del cómico Weird Al Yankovic, que también hace un pequeño cameo en la anterior.

placeholder Danny Huston y Liam Neeson en otro momento de 'Agárralo como puedas'. (Paramount)
Danny Huston y Liam Neeson en otro momento de 'Agárralo como puedas'. (Paramount)

Agárralo como puedas va de más a menos, con un final algo desganado y más entregado a la acción. Si Liam Neeson sorprende en esta vis cómica que lo humaniza no sólo como actor, sino como persona, Pamela Anderson es quien roba gran parte de las escenas, demostrando el acierto de casting en su papel de femme fatale- escritora de novelas policíacas. Ella, mucho más payasa que él, está en el punto adecuado de falsa ingenuidad, y se echa de menos un poco más de presencia en un tercer acto en el que prácticamente desaparece. Genial el momento en el que suena Nothing's Gonna Stop Us Now de Starship, en una parodia de los videoclips ochenteros del estilo de Last Christmas de Wham!, con mucha laca y mucha luz difusa, lo que reincide en la búsqueda de ese público objetivo nostálgico de aquella época.

Aun así, la industria estadounidense sigue empeñada en este movimiento centrípeto y recalentado sobre sí misma. Quizás sean ellos, como creadores, los que, metidos en una rueda de productividad hiperventilada, no se atrevan a probar nuevas fórmulas, o quizás seamos nosotros, como espectadores, los que sólo nos fiemos de lo malo conocido. Después de leer recientemente Moteros tranquilos, toros salvajes, el ensayo de Peter Biskind, sobre cómo un grupo de cineastas y productores arriesgados cambiaron el cine de Hollywood... hasta que el sistema los engulló, sólo cabe preguntarse dónde están esos públicos, esos directivos y esa rabia por contar historias nuevas.

Cuesta ver a Oskar Schindler vestido con uniforme de colegiala y calzoncillos de revelador relieve; cuesta ver al Gawain de Excalibur (1981) protagonizando gags sobre efectos ópticos mamones, cuesta ver a un Liam Neeson ganador del Oscar fingiendo estertores intestinales; dicho en román paladino, yéndose por la pata abajo. Neeson, aunque lleva años clamando venganza en thrillers más o menos formulaicos, se ha pasado a la parodia sinvergüenza con el remake de Agárralo como puedas -o el reboot, o la secuela, o qué sabe ya uno-. Neeson agarra el testigo de Leslie Nielsen, icono de la comedia ochentera gamberra, epítome del humor tontuno, que dirían los chanantes, como el agente de la Brigada Policial Frank Debrin Jr., hijo de Frank Debrin (Nielsen), un detective mortadelesco que resuelve los casos más difíciles a pesar -o gracias, quién sabe- a su estulticia y al caos que provoca a su alrededor. Como su padre, también representa un peligro al volante, base de muchos de los gags visuales de la saga Agárralo..., que tuvo hasta tres entregas entre 1988 y 1994.

El Confidencial

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