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“L'Auditori nos equipara a capitales como París o Viena, y no hay que tener miedo a decirlo”

“L'Auditori nos equipara a capitales como París o Viena, y no hay que tener miedo a decirlo”

Víctor Medem (Barcelona, 1977) está en fase de tanteo de esa enorme institución que es L’Auditori de Barcelona, intentando estructurar las lineas de su proyecto como nuevo director. Ideas que van desde lucir orgullo por el proyecto educativo que despliega la sala (de las 500 actividades, 300 son educativas) o por el hub de música de cámara en que se ha convertido de la mano del Quartet Casals, hasta trabajar la proximidad con los públicos o la interrelación con el tejido cultural de la ciudad. O celebrar el repertorio catalán que, insiste, han de acabar interpretando orquestas de fuera. El hasta ahora responsable de la Schubertíada conversa sobre el mundo sinfónico de hoy con La Vanguardia. Sus ideas fuerza son orgullo, proximidad y equilibrio.

¿Su proyecto es reformista o continuista?

No se trata de ser disruptivo, pues L’Auditori tiene también una serie de encargos y compromisos, de ahí que se busque un director. Pero yo vengo a aplicar mi proyecto con los puntos fuertes que tiene L’Auditori, que son muchos, entre ellos la gran inversión para mantener el equipamiento en buen estado. La Llanterna de Palazuelo, el único gran Palazuelo que hay en Barcelona, estaba que se caía a pedazos y se ha reformado; y en la acústica se ha hecho una inversión que llevaba planteándose desde el primer día. Hay que felicitar al equipo saliente.

¿Qué habría pasado de no haber existido L’Auditori? El papel que ha jugado en el impulso del talento es muy importante”

¿Puede enumerar otros de esos puntos fuertes?

L’Auditori es un equipamiento único en todo el Estado: cinco salas, un museo que tiene una de las mejores colecciones del Estado –si no la mejor–, una escuela superior al lado que es una incubadora de talento, una orquesta propia que está en crecimiento importante, una banda que es un referente... Eso no existe en ningún otro lugar del sur de Europa. Nos equipara a capitales como París o Viena y no hay que tener miedo a decirlo. Otro punto fuerte del que creo que se habla poco es su capacidad prescriptora: no hay más que ver la lista de artistas que han hecho aquí su debut español. En la próxima temporada de la Filarmónica de Berlín debutan cinco directores que anteriormente han venido a la OBC. Tal vez ahora no vienen, y ese es un tema a trabajar, es uno de los puntos menos fuertes, pero por L'Auditori pasaron Dudamel, Currentzis, Viotti, Pappano... el propio Jakub Hrusa, el nuevo director de la Ópera de Londres, ha venido tres veces. Luego tenemos al Quartet Casals, que es una entidad ligada a L’Auditori y al boom de la música de cámara, porque yo hablaría de una generación Auditori, con compositores como ­Raquel García-Tomás, Joan Magrané, Hèctor Parra... En muchos casos son creadores que saliendo de la Esmuc han presentado primero su obra aquí, al igual que en la OBC hay músicos que han salido de las escuelas superiores de la ciudad. Es todo un movimiento. ¿Qué habría pasado de no haber existido L’Auditori? El papel que ha jugado en el impulso del talento es muy importante.

Las Andrea Motis o las Sílvia Pérez Cruz del futuro han de actuar antes aquí”

Usted ha ejercido de descubridor de talentos desde la Schubertíada y el Barcelona Obertura.

Es mi gran pasión y quiero seguir con el tema, que ningún talento destacable pase de largo, que todo el mundo tenga presente esta sala. Porque igual que hay que tener proximidad con el público que nos sigue y hay que ser transversales en nuestras líneas artísticas, hay que estar próximos al talento. Tenemos una Esmuc, un Conservatori del Liceu... Y en moderna, en tanto que prescriptores, la Sílvia Pérez Cruz o la Andrea Motis del futuro han de pasar antes por L’Auditori. Y, en fin, proximidad con la ciudad y otras instituciones, como museos o universidades. Hay que estar presentes, romper la barrera de gran institución que esta sala puede parecer.

Yo he asistido a 250 conciertos de la OBC en mi vida, he conocido el repertorio sinfónico y he dado salida a mi melomanía a través de esa orquesta”

Dice que los grandes ya no vuelven a la OBC. ¿Qué hay que hacer al respecto?

Somos parte del circuito internacional, que es piramidal, y hay que ser conscientes del lugar que ocupamos. Lo que queremos es dar pasos adelante, y en este sentido necesitamos un mayor autoconvencimiento de lo que tiene L’Auditori. Yo he asistido a 250 conciertos de la OBC –llevo una libreta donde anoto todos los conciertos a los que voy–, he conocido el repertorio sinfónico y he dado salida a mi melomanía a través de esa orquesta. Me gustaría que más gente viera que se puede aficionar a la música en L’Auditori. Necesitamos mostrar proximidad hacia los públicos, fidelizarlos aún más, y fidelizar el talento, apostar por artistas y creadores. Como decía Robert Brufau: la percepción que se tiene de L’Auditori fuera es muy positiva, mejor que aquí. La OBC tiene críticas buenísimas, nos invita el Concertgebouw o la Elbphilharmonie. El principal promotor privado de Alemania nos lleva a Stuttgart y a Düsseldorf: la marca Barcelona ya le garantiza la venta. Y somos conscientes de esa responsabilidad, iremos a por todas.

¿El mito barcelonés, al servicio de la clásica?

Un promotor privado necesita crear un relato, ítems que enganchen. Y nosotros tenemos una gran oportunidad también gracias al repertorio, pues en el circuito internacional no caemos en patrones ni somos una institución que deba reproducir ciertas modas, sino que podemos aportar nuevos valores, una Raquel García Tomás como parte de nuestra identidad. Ahora presentamos Toldrà. Este es otro punto en el que creo que L’Auditori ha de ser todavía más prescriptor de cara al exterior, porque hay interés en el repertorio catalán y, al final, no es tanto la comunicación institucional la que funciona, sino con el músico, esto es, cuando el intérprete es quien recomienda la partitura porque la considera buena y a lo mejor otro acaba proponiéndosela al director de la Orquesta de Bamberg... Este año, por ejemplo, la Bayerische Rundfunk programa Gerhard, un compositor que también descubrió Simon Rattle.

Es importante que la creación contemporánea no se vea como un gueto aislado, sino como una continuación del lenguaje musical y de la tradición”

Dice que quiere buscar un equilibrio en la programación. ¿En qué sentido?

Aquí viene todo el mundo, más de medio millón de personas al año, por lo que tenemos que ser transversales y tener una variedad en la programación. A mí me gusta vincular la modernidad a la tradición, y no todos los músicos quieren romper con las fuentes del pasado. Es importante que la creación contemporánea no se vea como un gueto aislado, sino como una continuación del lenguaje musical y de la tradición. Sólo así haremos más entendible esa música. Y la idea es que al programar, le informemos al compositor del contexto en el que sonará, con qué otras obras del programa dialogará. ¿Por qué no podemos encargar una cantata, que es un formato antiguo, que hable de un tema contemporáneo?

Víctor Medem, en la Llanterna de Palazuelo

Víctor Medem, en la Llanterna de Palazuelo

Llibert Teixido

¿Está de acuerdo con que la tendencia en salas europeas es a reducir los programas semanales de sus orquestas a dos jornadas?

Eso depende de la demanda. Y de factores como la carga de trabajo, pues muchas orquestas participan en programas educativos. La OBC, por su parte, ha apostado por las grabaciones, por ejemplo. Y el convenio cubre lo que cubre. Yo he de ver qué factores incluyen aquí, porque hay orquestas que siguen haciendo tres o incluso cuatro por semana. En L’Auditori estamos en 7.000 abonados a programas de fidelización. Y hay muchas orquestas que no llegan ni a la mitad. La OBC es competitiva.

¿Persiste el problema de ubicación de la sala aquí en Glòries?

Ahora ya tenemos los equipamientos que activan la zona, ya solo falta adecuar el entorno urbanístico, que no es nada comparado con lo construido. Yo estaré en los grupos de trabajo sobre este tema. Y creo que hay un problema de plazas de parking que cubra TNC y L’Auditori. Porque viene mucho público del área metropolitana y del resto de Catalunya en vehículo privado. Hablamos de 500 actividades de las que, por cierto, 300 son del proyecto educativo. Tengo una admiración sin límites por este proyecto, que es pionero y singular. Todos los niños de Barcelona y el área metropolitana han pasado por él. Y este año han lanzado el hip-hop en las escuelas, para que los chavales vean lo que expresa y qué herramientas tienen al alcance para activar su creatividad. Aquí cada día hay un alud de niños.

¿Y usted recuerda su primer concierto de la OBC?

Yo me aboné con 14 o 15 años con lo que ganaba de trabajos de verano. Era cuando la dirigía Franz-Paul Decker. Y logré arrastrar a amigos del colegio. Recuerdo conciertos memorables: su 9.ª de Mahler fue un punto y aparte para mí. Cuando se inauguró L’Auditori, yo ya venía de escuchar música en el Palau y el Liceu. El primer concierto aquí fue con Víctor Pablo Pérez, y me impresionó esa gran acústica generosa, brillante. Cambió mi percepción del sonido.

¿Cómo comenzó en la gestión de auditorios?

Un poco por casualidad, porque trabajé en el Festival Haus Baden-Baden cubriendo una vacante eventual. El director necesitaba un asistente que hablara idiomas e hiciera gestiones. Tuve la suerte de trabajar con el que sería un director de diversas salas de referencia. Y más tarde tomé responsabilidades en el festival de Heidelberg. Y luego entré en Ibercamera.

¿Una orquesta sinfónica, que depende del dinero público, ha de hacerse muy necesaria?

La OBC ya tiene una presencia, es abierta. Pero hay que reforzar la experiencia de la gente con la orquesta y la banda, que, por cierto, hace conciertos en todos los barrios. El concierto en la playa es solo uno. Habría que recuperar el intercambio con el Liceu y potenciar los conciertos gratuitos del Barcelona Obertura. La gente lo reclama. Hay que encontrar maneras de interactuar con ese público potencial. Estar presente en las universidades, por ejemplo, hacer convocatorias abiertas para que la gente presente proyectos como músicas que no tienen escenario y que podrían ocupar este, dar entrada a orquestas amateurs y hacer una fiesta de la música amateur aquí en L’Auditori. Y hay que estar presentes en el tejido de instituciones culturales: me gusta la idea del diálogo de la OBC con otras artes. Mi proyecto incluye explicar obras de arte a través de la música, explicar una época a través de la interacción de las distintas artes. Y hacer atractiva la tradición, hacerla viva, gozar de ella. Yo reivindico el placer de escuchar música, no solo la formación.

Siendo un equipamiento público, les corresponde prescribir música poco comerciales.

Sí, descubrir música que mucha gente desconoce, decirles que hallarán un momento de plenitud.

¿Mantendrá al equipo programador?

La jefa de producción y programación, Vero Rodríguez, que se ocupa de lo que no es OBC ni Banda, se complementa muy bien conmigo, ocupándose de música moderna. Me interesa el approach de ciclos como Sitback, proyectos fuera de los circuitos habituales en los que los artistas pueden trabajar tranquilamente con apuestas con las que tal vez un promotor privado no se atreve. Yo he de ver qué carga de trabajo supone la dirección a nivel institucional y ver qué tiempo puedo dedicar a programar. Intentaré hacer la programación lo más propia posible y en conjunción con los equipos.

¿Le gusta la OBC en manos de Ludovic Morlot?

Su proyecto comenzó hace tres años y tiene contrato hasta 2028, así que llegando al ecuador, estoy sinceramente contento con el trabajo que está haciendo. Es una persona muy experimentada, que conoce bien cómo funciona una orquesta por dentro, y está muy implicado en el día a día de la OBC y en sus grabaciones. Y la gira francesa ha sido iniciativa suya. Es un director respectado y admirado también fuera. Su nombre da garantías. Y en programación ha dado una cierta coherencia, tiene muy claro las obras que quiere hacer y sabe construir programas.

¿Qué tendencias europeas en programación abrazaría y cuáles rechazaría?

No me gusta la tendencia a la hipersegmentación de programación. Es decir, si te gusta la música antigua, ¿vas a Llums d’Antiga y luego en otoño no vas a conciertos? Me gusta más la idea del ciclo, y contextualizar: dentro de poco tendremos otro año Beethoven y me parece bien contraponer la creación actual con la de grandes clásicos, encargar obra preguntando al compositor cuál es su visión de Beethoven o de otros. También veo que se escucha creación contemporánea pero hay una carencia en música del siglo XX. Ligeti se escucha muy poco en L’Auditori. O Krenek. La OBC es muy dúctil, ha ido asumiendo una gran cantidad de repertorio con los años y se adapta cada vez mejor, me gusta ese nivel de exigencia.

¿Suscribe la temporada que deja Brufau?

Estoy contento, sí, porque soy yo quien tiene que venderla, y quiero intentar que los abonados estén bien tratados y premiar fidelidades. Yo no creo que haya que abandonar la figura del abono porque “va a menos”. Si no funciona, hay que ver por qué no funciona. Hay orquestas en Europa que tienen muchísimos y creo que hay cierto margen de recuperación. También el público es parte de un proyecto, no solo los directores, los artistas invitados y los músicos. A mi lo que más me emociona en los conciertos de la OBC es el aplauso final, pues la gente conoce a los músicos, es muy personal.

¿Buscarán sustituto para llevar el Ciutat de Clàssica?

Pronto nos reuniremos para verlo. Yo quiero que la Banda esté más activa ahí. Tampoco veo incompatible con mi cargo el velar por el festival consensuando con las otras salas e entidades implicadas.

¿Qué opina de que la invasión de Ucrania haya cerrado las puertas a Gergiev y el Mariinski?

Las entidades culturales han de formar parte de la sociedad en los temas candentes, no pueden abstraerse. Pero al mismo tiempo somos transversales, somo una entidad pública que no puede prescribir unos apriorismos. Tenemos nuestros valores pero no podemos cerrar la puerta a nadie por cuestiones ideológicas.

¿Si Ibercamera trae al Mariinski encontrará la puerta abierta de L’Auditori?

Cuando el tema esté suficientemente maduro lo hablaremos, porque se ha visto que el conflicto es muy complejo, hace unos meses se decía que se resolvería en tres días y se ha visto que no es tan fácil.

lavanguardia

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